Imposible que perdiérais ;)
La jornada se
presentaba favorable para la disputa, Apolo brillaba en lo alto y Eolo soñaba
con molinos en los brazos de Morfeo, así que el dios Balón podía campar a sus
anchas en los numerosos campos de batalla que a orillas del Hiberus habíanse
dispuesto.
En el caso de los
tigres, la cita era en Utebo, situada a ocho millas de la imperial CaesarAugusta, de ahí su nombre (del latín Octavus), y todos, gladiadores y
progenitores nos dirigimos hacia allí confiando en una difícil pero posible
victoria. Hasta la fecha los
desplazamientos de los naranjas se contaban por derrotas y era ya tiempo de enfrentarse
a Ananké y romper su maleficio.
Y a ello salieron
los naranjas. Tras acicalarse
convenientemente para la batalla, acerar las cotas de malla y afilar tridentes,
los tigres se presentaron sobre el áspero albero ante la atenta mirada de los
defensores del estadio y del juez de la contienda que hubo de soplar su silbato
para advertir a los visitantes que el César no espera eternamente y que hora
era ya de desatar las hostilidades.
Y vaya si se
desataron… los pupilos del centurión Saulus y su lugarteniente Nlandusus salieron dispuestos a dejar claras
sus intenciones. La estrategia era
clara, primus era necesario tomar el mando del centro del campo de batalla,
secundus, con la ventaja adquirida las hordas naranjas lanzarían un ataque por
los flancos que desarbolara las defensas dispuestas por los locales, y tertius,
pero no menos importante, había que mantener la atención en la retaguardia para
impedir los ataques de guerrilla que el contrario planteaba.
La estrategia
surtió efecto, al final de la primera parte de la contienda los naranjas marchábanse
a sus cuarteles con un resultado de 0-3 a su favor, aunque las tropas utebanas habían
dispuesto de alguna ocasión de enjugar la diferencia gracias a sus rápidos
delanteros dispuestos en la avanzadilla.
En la segunda
mitad de la batalla los naranjas, satisfechos de la actitud y el resultado de
la primera parte, continuaron con la misma estrategia, lanzando sus redes a
todo lo ancho del terreno, utilizando el tridente en el ataque y empuñando el
escudo en defensa. El resultado fue
también similar, aunque en este caso los azules consiguieron acertar en un par
de ocasiones con sus punzantes aunque aislados ataques, y el marcador final
reflejó un resultado de 2-4 para los visitantes.
Al final
satisfacción, por la batalla planteada, por el desarrollo de la misma y por el
resultado final que, esta vez si y por fin, hizo justicia a lo vivido. Eso se comentaba en la taberna al finalizar el
encuentro, en presencia de unas frigoris cervêsïas acompañadas de unos pedazos
de melón en vinagre a los que los titulares de la posada tuvieron a bien
convidarnos, y que a toro pasado aún no está claro si su intención era
deleitarnos el paladar con una invención típica de la afamada huerta utebana,
acelerar el consumo de cervêsïas y de paso engrosar sus arcas, o mantener fija
en nuestra memoria (y nuestra lengua) el sabor de la victoria. En cualquier caso, gracias por la
hospitalidad, se agradece estos detalles que, antaño habituales, escasean en
las tabernas.
1 comentario:
Echabamos en falta estas crónicas rebozadas de clase de historia y compartida con todos los dioses.
Y más todavía la victoria fuera de casa que por fin llegó.
Publicar un comentario