Andaban los tigres agazapados entre la espesura de la
jungla, lamiéndose las heridas de sus últimas contiendas cuando, sin tiempo
para cicatrizar los daños, ante ellos se presentaba un nuevo y poderoso enemigo,
las temibles avispas de la margen izquierda.
No era el mejor momento de los naranjas, y temíanse sus incondicionales
que cualquier aguijonazo podía rematar su maltrecha confianza, más de nuevo
estas pequeñas fieras volvieron a dar una lección de lo que hay que hacer
cuando te chocas contra el mismo muro dos veces seguidas, intentar rodearlo…
Comenzó la contienda con los avispas decididos a finiquitar
la contienda a las primeras de cambio, y en formación de enjambre mosqueado se
lanzaron al ataque contra los todavía renqueantes tigres. Éstos, repitiendo el guión de los últimos
encuentros, se dedicaban a achicar balones de las inmediaciones de sus dominios
que a cada vuelo rasante de los gualdinegros se hacían más y más pequeños. Diez, quince minutos de asedio que los
naranjas no conseguían frenar porque cada balón rechazado caía como atraído por
un imán junto a las botas visitantes. Y
entonces ocurrió, uno de los tigres atrapó un balón junto a la divisoria de
ambos campos y vio a lo lejos la línea de fondo rival que hasta entonces parecía
que alguien se había olvidado de pintar, y cual delantero de fútbol americano
se fue a por ella pegado a la línea lateral dispuesto a anotar su particular touch down, más a mitad de
camino, y tras dejar atrás a cuantos avispas intentaron frenarlo, advirtió que
otro de los tigres le acompañaba en tan loca misión más escorado a la derecha. El certero pase que envió dejó al delantero
naranja sólo frente al portero dispuesto a cambiar el rumbo del partido. Y acertó, el 1-0 subió al marcador gracias al letal
zarpazo de los tigres, que como todo el mundo debiera saber son más peligrosos
cuando se sienten heridos.
Ese gol no sólo trajo consigo la momentánea victoria sino
que, mucho más importante que eso, devolvió a los naranjas la confianza y el
orgullo necesarios para jugar a esto del pelotón, y a partir de ese momento la
contienda fue realmente una contienda, donde dos rivales se tratan de tu a tu,
cada uno con sus armas, y no un simple entrenamiento con sparring. En estas circunstancias los tigres se
desenvuelven mucho mejor, y un nuevo zarpazo, esta vez no aislado sino fruto
del juego desplegado, se convirtió en el 2-0 para los locales que ya solo
variaría en las postrimerías del encuentro cuando los avispas convirtieron una
pena máxima dejando el marcador en el definitivo 2-1.
Felicidades tigres porque supísteis reponeros, pero no dejéis
nunca de confiar en vosotros. A juicio
de este aprendiz de aficionado, para ganar al jueguecico éste es necesario por
supuesto saber jugar, y en eso estáis, aprendiendo, y en eso están, enseñándoos,
pero tan importante como eso es la confianza en uno mismo y el orgullo, y eso
tenéis que buscarlo dentro.
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